domingo, 27 de septiembre de 2009

Los civiles del genocidio

Más abajo informamos sobre la elevación parcial a juicio, solicitada por la Fiscalía a cargo del dr. Abel Cordoba, para 9 represores más en el marco de la causa del V Cuerpo de Ejército.
De la lectura detenida de la requisitoria de 464 páginas se desprende la incorporación de un subtítulo que analiza "El consenso civil de apoyo a la última dictadura militar" dentro del "Contexto Histórico" que detalla los orígenes y metodologías del terrorismo de Estado y la estructuración del aparato represivo.
"El inicio del 'Proceso de Reorganización Nacional' fue saludado con optimismo por entidades empresarias, medios de comunicación, la jerarquía de la iglesia católica, amplios sectores políticos, entre otros.
"En el ámbito local también se desplegó una compleja trama de consenso civil, los actores involucrados demostraron diversos grados de participación y compromiso con el proyecto de las juntas militares que gobernaron el país desde 1976.
"Reflexionar sobre la trama civil de colaboración con la dictadura en Bahía Blanca, impone la necesidad de hacer referencia al papel desempeñado por el diario La Nueva Provincia. Desde sus editoriales, los hombres de armas fueron llamados a poner fin al 'desquicio' representado por el gobierno de María Estela Martínez de Perón...", dice el documento.
Es ni más ni menos que la palabra de la Justicia, desde el Ministerio Público Fiscal, la que comienza a poner las cosas en su lugar y aquí te invitamos a compartirlo.

El consenso civil de apoyo a la última dictadura militar
El estudio de la historia contemporánea argentina revela la existencia de componentes civiles en las seis dictaduras militares del siglo XX. La aceptación por parte de diversos sectores de la ciudadanía del derrocamiento de las autoridades constitucionales, puede rastrearse desde la primera intervención castrense en la vida pública nacional.
En 1966, el golpe contó con múltiples apoyos: dirigentes sindicales a nivel nacional, buena parte de los sectores populares, Perón y el peronismo en general, y la opinión pública.
Además fue promocionado por la burguesía -que buscaba encontrar un Estado que garantizara más firmemente su dominación de clase- grandes firmas extranjeras, medios de comunicación, cenáculos nacionalistas, economistas liberales y la Iglesia católica.
Diez años después, los militares argentinos volvieron a encontrar apoyo en grupos de personas e instituciones que no tuvieron reparos en mostrar públicamente su complacencia frente a la interrupción del orden democrático. Los miembros de la alianza que apoyó el golpe del 24 de marzo de 1976, encontraron las causas del “caos” en “la forma distintiva en que se habían establecido las relaciones entre la sociedad y el Estado desde mediados de la década del cuarenta, y en el modo particular de constitución de los actores ligados a ese modelo, que se expresaba en una creciente activación social y política que desafiaba el “normal” funcionamiento del capitalismo argentino”.
El inicio del “Proceso de Reorganización Nacional” fue saludado con optimismo por entidades empresarias, medios de comunicación, la jerarquía de la iglesia católica, amplios sectores políticos, entre otros.
En el ámbito local también se desplegó una compleja trama de consenso civil, los actores involucrados demostraron diversos grados de participación y compromiso con el proyecto de las juntas militares que gobernaron el país desde 1976.
Reflexionar sobre la trama civil de colaboración con la dictadura en Bahía Blanca, impone la necesidad de hacer referencia al papel desempeñado por el diario La Nueva Provincia. Desde sus editoriales, los hombres de armas fueron llamados a poner fin al “desquicio” representado por el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Una vez que esto hubo ocurrido, los editorialistas mostraron su satisfacción frente al inicio de la nueva etapa y convocaron a la población a cerrar filas sobre las Fuerzas Armadas: “…Los que crean que las FF.AA. por sí solas van a arreglar este desquicio se equivocan de largo a largo. Constituyen nuestra reserva- y está visto que es moral y espiritual- pero necesitarán, y Dios sabe como que esa ciudadanía (…) no ponga piedras, ahora en el camino…” (LNP, 25 de marzo de 1976).
Desde la perspectiva del periódico bahiense, los militares debían apartarse de las estructuras institucionales y separar con claridad el ámbito de los aliados del de los opositores al régimen: “…nada de rodeos cuando llegue el momento -y es del caso señalar que ha llegado- de abandonar el profesionalismo aséptico y establecer la primera y fundamental distinción de una política revolucionaria: la del amigo-enemigo…” (LNP, 24 de marzo de 1976).
De esta forma, el diario aplaudió la toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas y les exigió que recurrieran a la violencia para luchar contra el enemigo: “…a la violencia destructora y asesina es necesario responderle con una violencia ordenadora; una violencia que, soslayando condescendencias equívocas, no haga distingos al emplear su fuerza limpia contra las banderías opuestas…”. (LNP, 24 de marzo de 1976).
Más de treinta años después de que se publicara este texto, aún resulta difícil describir el horror que implicó la imposición de esa “violencia ordenadora”.
Los testimonios de los sobrevivientes permitieron desmontar los aspectos más tenebrosos de la represión desatada por los artífices del “Proceso de Reorganización Nacional”, e invalidaron cualquier intento de negación de los delitos consumados.
Estas evidencias del horror y sus secuelas parecen ser insuficientes o irrelevantes para los escritores del diario La Nueva Provincia; al igual que aquel 24 de marzo, sus páginas siguen siendo usadas para defender lo inaceptable.
“…Aquellos años de plomo -luctuosos por donde se los mire-, que dieron lugar a una conflagración civil cuyas secuelas, todavía hoy, resultan lacerantes, no la tomaron por sorpresa. Conocidos los primeros episodios terroristas, comprendió con claridad la dimensión del ataque que enderezaban las facciones revolucionarias -dependientes de uno de los dos imperialismos vigentes en la época- contra el país de los argentinos, y a partir de tal entendimiento tomó una decisión personal que guiaría la política editorial de "La Nueva Provincia" a lo largo de todo el conflicto: no había, con los enemigos de la Nación, negociación posible…” (LNP, 26 de agosto de 2009).

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