Fue el responsable de instalar La Escuelita de Famaillá, el primer centro clandestino de detención del país que funcionó en Tucumán. Combatió a la guerrilla del ERP con “métodos no convencionales”, según su propia definición. Pieza clave del bahiense V Cuerpo del Ejército en la perpetración del genocidio, un derrame cerebral lo había salvado del juicio que comenzará próximamente.
Después del golpe de 1976, Vilas asumió como segundo comandante del V Cuerpo de Ejército y jefe de la subzona militar 51, que funcionó en Bahía Blanca. El ex fiscal Hugo Cañón, quien lo enjuició antes de las leyes de Obediencia Debida y Punta Final, lo definió como “un represor temible”, y recordó que fue uno de los militares “que mayores aportes hizo durante su declaración indagatoria”. En Bahía Blanca manejó los centros clandestinos La Escuelita, en el Regimiento 181 de Comunicaciones, y el que funcionó en la Base Naval de Puerto Belgrano. Entre los hechos en los que estuvo involucrado se encuentra el secuestro y torturas del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen.
Apenas cuatro militares despidieron ayer en el Cementerio de la Chacarita los restos del temible ex general Adel Edgardo Vilas, quien comandó el comienzo del Operativo Independencia en Tucumán y fue responsable de la represión en el sur de la provincia de Buenos Aires y Río Negro, cuando estuvo al frente de la subzona 51 del Ejército. El ex militar, quien murió esta semana, había sido acusado por delitos de lesa humanidad, pero nunca fue condenado por sus crímenes: en 1988 fue desprocesado por la Corte Suprema de Justicia a partir de la Ley de Punto Final; en 1989 fue indultado por el presidente Carlos Menem por las torturas y el homicidio del senador radical Mario Abel Amaya y finalmente, por su deteriorado estado de salud, no pudo ser juzgado luego de que el Congreso y la Corte anularan “las leyes del perdón”.
La llegada de Vilas a Tucumán fue una casualidad. Quedó al frente de la V Brigada de Infantería luego de un accidente de avión donde murieron 13 oficiales de alto rango. Allí pudo poner en práctica las enseñanzas del Ejército francés durante la guerra de Argelia, contadas en su libro de cabecera Guerra, Subversión, Revolución, del teniente coronel Roger Trinquier, para combatir la guerrilla rural del ERP y “extirpar el cáncer marxista” de la sociedad.
“El desafío estaba allí, esperando que alguien lo tomara. Dios quiso que fuera yo quien tuviera la responsabilidad de llevar a las armas argentinas al triunfo...o al fracaso”, contó en su diario Tucumán, de enero a diciembre de 1975, y agregó: “Mi intención, de allí en más, fue la de suplantar, aún utilizando métodos que me estuvieron vedados, la autoridad política de la provincia de Tucumán, tratando de superar el brote guerrillero marxista que tenía en vilo a los tucumanos y amenazaba expandirse a otras provincias.” El represor instaló allí el primer centro clandestino de detención, conocido como La Escuelita de Famaillá, donde estuvieron detenidas más de 2000 personas. Al mando de 1500 soldados, el represor combatió la compañía de monte del ERP, que tras ocho meses de combate, quedó totalmente desarticulada. “Hubo que olvidar por un instante (diez meses) las enseñanzas del Colegio Militar y las leyes de la guerra donde el honor y la ética son partes esenciales, para emplear métodos no convencionales”, contó, al recordar que aprendió que la resistencia para soportar el castigo físico y psicológico “tarde o temprano se agota y los guerrilleros terminan “quebrándose”, como se dice en el lenguaje operativo.”
Fuente: Gerardo Aranguren, Tiempo Argentino
Después del golpe de 1976, Vilas asumió como segundo comandante del V Cuerpo de Ejército y jefe de la subzona militar 51, que funcionó en Bahía Blanca. El ex fiscal Hugo Cañón, quien lo enjuició antes de las leyes de Obediencia Debida y Punta Final, lo definió como “un represor temible”, y recordó que fue uno de los militares “que mayores aportes hizo durante su declaración indagatoria”. En Bahía Blanca manejó los centros clandestinos La Escuelita, en el Regimiento 181 de Comunicaciones, y el que funcionó en la Base Naval de Puerto Belgrano. Entre los hechos en los que estuvo involucrado se encuentra el secuestro y torturas del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen.
Apenas cuatro militares despidieron ayer en el Cementerio de la Chacarita los restos del temible ex general Adel Edgardo Vilas, quien comandó el comienzo del Operativo Independencia en Tucumán y fue responsable de la represión en el sur de la provincia de Buenos Aires y Río Negro, cuando estuvo al frente de la subzona 51 del Ejército. El ex militar, quien murió esta semana, había sido acusado por delitos de lesa humanidad, pero nunca fue condenado por sus crímenes: en 1988 fue desprocesado por la Corte Suprema de Justicia a partir de la Ley de Punto Final; en 1989 fue indultado por el presidente Carlos Menem por las torturas y el homicidio del senador radical Mario Abel Amaya y finalmente, por su deteriorado estado de salud, no pudo ser juzgado luego de que el Congreso y la Corte anularan “las leyes del perdón”.
La llegada de Vilas a Tucumán fue una casualidad. Quedó al frente de la V Brigada de Infantería luego de un accidente de avión donde murieron 13 oficiales de alto rango. Allí pudo poner en práctica las enseñanzas del Ejército francés durante la guerra de Argelia, contadas en su libro de cabecera Guerra, Subversión, Revolución, del teniente coronel Roger Trinquier, para combatir la guerrilla rural del ERP y “extirpar el cáncer marxista” de la sociedad.
“El desafío estaba allí, esperando que alguien lo tomara. Dios quiso que fuera yo quien tuviera la responsabilidad de llevar a las armas argentinas al triunfo...o al fracaso”, contó en su diario Tucumán, de enero a diciembre de 1975, y agregó: “Mi intención, de allí en más, fue la de suplantar, aún utilizando métodos que me estuvieron vedados, la autoridad política de la provincia de Tucumán, tratando de superar el brote guerrillero marxista que tenía en vilo a los tucumanos y amenazaba expandirse a otras provincias.” El represor instaló allí el primer centro clandestino de detención, conocido como La Escuelita de Famaillá, donde estuvieron detenidas más de 2000 personas. Al mando de 1500 soldados, el represor combatió la compañía de monte del ERP, que tras ocho meses de combate, quedó totalmente desarticulada. “Hubo que olvidar por un instante (diez meses) las enseñanzas del Colegio Militar y las leyes de la guerra donde el honor y la ética son partes esenciales, para emplear métodos no convencionales”, contó, al recordar que aprendió que la resistencia para soportar el castigo físico y psicológico “tarde o temprano se agota y los guerrilleros terminan “quebrándose”, como se dice en el lenguaje operativo.”
Fuente: Gerardo Aranguren, Tiempo Argentino
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